El viernes anterior, la vida me regaló un encuentro y entre los temas que tratamos, me he quedado con un concepto: el de la semilla y su analogía con la vida y el ser humano que somos.

Cuando vemos un árbol lleno de frutos, los recogemos para disfrutar de ellos. Pocas veces nos paramos a pensar en el proceso que ha habido para que nos los dé. Solemos ver el árbol y sus frutos – mundo externo – como piezas separadas, sin caer en la cuenta de que ha tenido que haber una semilla – mundo interno – que es la que contiene la energía y sabiduría para generar el árbol y con él sus frutos.

Y ahí, mi reflexión o aportación, para volver a sembrar el mensaje de la importancia del autoconocimiento, me explico. En el libro que he publicado: “El Viaje de Tu Vida” hay plasmada una frase que reza así: “En una semilla está la energía y sabiduría de la creación, tú eres esa semilla”.

Cada uno de nosotros vivimos dos mundos en uno. El que nos reclama fuera y aquel que vive dentro de nosotros. Solemos prestar mucha más atención al de afuera con todos los sentidos activados creyendo que la realidad es esa que experimentamos. Además, la sociedad en la que vivimos y, que todos somos responsables, nos envía constantemente inputs para que nuestra atención esté en ese mundo en lugar del interno. Mientras, tanto si experimentamos una vida más bien cómoda como otra más turbulenta, la gran mayoría buscamos, perseguimos, reclamamos migajas de Amor, así como la paz y la libertad que nos libere de una prisión que sentimos estamos encadenados.

Si además introduzco en este coctel que, aquello que ponemos atención, se expande; que, a lo que te resistes, persiste y lo que aceptas, transforma; llego a la conclusión que planteo aquí: que nos han enseñado o hemos aprendido al revés, con lo que nuestra sabiduría, nuestra energía, nuestro poder, lo olvidamos sin tan siquiera ser conscientes de ello, ya que siempre, o en la mayoría de las ocasiones – y nadie está libre de ello y me incluyo, faltaría más – estamos más pendientes de lo que “no queremos o no tenemos” que de aquello que queremos y que tenemos.

Si la semilla que somos – nuestro mundo interno con su sabiduría – le dedicáramos más atención, ¿puedes imaginarte los frutos que daría?, ¿en dónde pondrías el foco?, ¿cómo serían tus pensamientos?, ¿qué manifestarías?; ¿porque no ser jardineros de nuestro propio jardín y cuidarlo para que de los mejores frutos?, ¿cómo están siendo tus frutos?, ¿cómo los cuidas?, ¿piensas sólo en ti: recibir? o ¿qué éstos sean tu mejor versión para compartirlos con los demás: dar?

Nos pasamos la vida persiguiendo zanahorias, anhelando aquello o lo otro, y está bien, sólo que apunto que lo hagamos de manera consciente – cuidando nuestra semilla – porqué quizás nos daremos cuenta que en ningún caso hemos venido a un “valle de lágrimas”, sino que ya vivimos en el paraíso sin darnos cuenta y que, quizás, cuando decidimos venir a este plano, los hicimos para traer el cielo a la tierra y vivir en armonía, lo hicimos por Amor, ese que nos negamos continuamente, y depende de cada uno de nosotros el desvelarlo.

¿Ilusión, quimera, fantasía…? Quién sabe, sólo tú decides, sólo tú eliges

Sigamos caminando, sigamos sembrando semillas para que den nuestros mejores frutos.

7 de julio 2024

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