Vivimos en una sociedad que constantemente nos impulsa a competir, a crear un adversario, a querer llevar la razón a toda costa, a levantar banderas de mil causas, en definitiva, a dividir en lugar de fomentar la unidad que somos.

La evolución de la humanidad se mueve como un péndulo, transitando desde una polaridad a otra con el objetivo, quizás inconsciente, de encontrar un equilibrio que nos permita crecer con la dignidad del ser humano que somos, mostrando la chispa divina que todas las personas portamos.

El ser humano contempla la Vida desde la dualidad de la materia en la que se encuentra y, desde esa perspectiva, ha ido distorsionando con el paso del tiempo la realidad que iba creando, alejándose cada vez más de ser que ya es.

Esa incapacidad de entender el entorno donde se encuentra, de sí mismo, le hace buscar fuera en lugar de hacerlo dentro, donde se encuentra todo el conocimiento acumulado, y para ello, busca el poder, lo distorsiona, lo manipula, quiere controlar y casi siempre busca el beneficio propio en lugar del bien común.

Estos aspectos no son ajenos a la “disputa” de género entre mujer y hombre que cada vez está más instalada en la sociedad, fruto, entre otras consideraciones, a la desigualdad existente entre ambos debido a la distorsión que mencionaba antes donde el péndulo está en una polaridad que no se puede sostener.

Si entendemos al ser humano como un todo, como una explosión de energía concentrada, nos daremos cuenta que el género en ningún caso nos separa sino más bien lo contrario, nos une, porque, siendo energía, portamos todos la femenina y masculina. Una sin la otra, la creación está incompleta, por lo tanto, recuperemos ese equilibrio tanto personal, cada quién desde su ser, como de la humanidad que somos y construyamos un mundo diferente al que hemos construido hasta ahora. Creo poder afirmar qué a la gran mayoría, este mundo que hemos construido, le produce congoja, tristeza, soledad y posiblemente dolor, mucho dolor.

Vivimos momentos turbulentos y, paralelamente, existe más inquietud en aspectos relacionados con el crecimiento personal. Desde mi experiencia, puedo constatar que en esos espacios que se crean o se profundiza sobre el conocimiento del ser humano, siempre predomina más la mujer, en parte, según mi percepción, por su conexión con la vida, con la energía lunar de la emociones que la impulsa a querer saber, comprender, entender. El hombre que tampoco es ajeno a ese crecimiento, empieza a intuir que también lleva una carga de distorsión y que también él necesita abrir su corazón, acostumbrado a cerrarlo a cal y canto a todo lo que tiene que ver con las emociones. 

Que bendición que hoy la energía femenina esté cada vez más presente en la sociedad, cuan necesario es para ese equilibrio que mencionaba; sin embargo, planteo un desafío:  que aprendamos de la experiencia y no llevemos al otro extremo el péndulo. En el camino recorrido como humanidad, hemos cometido errores, si, muchos, pero al final si cerramos los ojos podremos darnos cuenta que “victimas” somos todos. Por lo tanto, hagamos de esa travesía, una donde crezcamos y aprendamos juntos. ¿Difícil? ¿Una ilusión? Quién sabe, quizás más que quejarnos de una u otro aspecto, sólo debemos tomar UNA sola decisión y que depende exclusivamente de cada persona: querer conocernos, querer saber quién somos, descubrir el diamante escondido que cada persona alberga en su interior y que es único. ¡La humanidad necesita, clama, que se muestre! ¿Qué eliges? Siempre eliges.

¿Estas energías, están en equilibrio en ti?

20 de octubre 2024

Josep Maria Verdaguer López